martes, 27 de octubre de 2009

Viento a mi favor.

Sabía poco de sí mismo: su nombre, su peso, su estatura media, su masa corporal, el color de sus uñas, su sabor. Desconocía diversas cosas de sí mismo: el color de sus pestañas, su olor preferido, la textura de su muela izquierda inferior última, su color preferido de agujetas. Nunca había contado sucesivamente más allá del número 587. El libro que más había consultado era la Biblia; había leído la palabra Dios 201 veces, hombre 87 y la palabra diente ocho veces. Su literatura preferida era la que se desarrollaba detrás de las cajas de cerillos. Le temía a la sangre.

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