miércoles, 22 de septiembre de 2010

Fern

Antiguos y mejores hombres que me han precedido, han aceptado la existencia de seres cercanos a lo divino que intervienen en momentos exactos en su vida; yo que mis alturas se miden en oxidados centímetros no debo negarlo. Hoy me encontré con un demonio, lo más parecido a un ángel pero chato, encorvado, maloliente, terrícola pero venido el aire, lo divino en su traje; me encontró en la parada del camión, me preguntó, le contesté torpemente, me quedé callado, no era yo un hombre a la altura; un hombre más, preguntas, respuestas, subimos al camión. Vi su espalda apenas hecha, ahí supe que ese cuerpo desfigurado no podía guardar todo aquello que le salía por las orejas, los labios, por los íntimos rincones de las uñas: supe que la divinidad, la que había creado la poesía daba un doblez a la rueda y pasaba su halo por mi, en un autobús, en un asiento cualquiera, Turnpike- UCSB. Vi cómo se alejaba para penetrar de nuevo a la tierra mientras el camión andaba. No hacía falta voltear, ya no había nada detrás; dos estaciones más.