martes, 27 de octubre de 2009

Viento a mi favor.

Sabía poco de sí mismo: su nombre, su peso, su estatura media, su masa corporal, el color de sus uñas, su sabor. Desconocía diversas cosas de sí mismo: el color de sus pestañas, su olor preferido, la textura de su muela izquierda inferior última, su color preferido de agujetas. Nunca había contado sucesivamente más allá del número 587. El libro que más había consultado era la Biblia; había leído la palabra Dios 201 veces, hombre 87 y la palabra diente ocho veces. Su literatura preferida era la que se desarrollaba detrás de las cajas de cerillos. Le temía a la sangre.

jueves, 22 de octubre de 2009

Ella es otro

La magnitud de una ciudad puede entenderse por cuántas ciudad caben en ella. De manera particular en la Ciudad de México el traslape urbano irrumpe de formas magníficas (y seguimos contando). Esto no es decir que cada persona vive en su representación de la ciudad, lo cual es cierto, es decir otra cosa más incierta: la regularidad que le atribuimos a la ciudad no sólo es inexistente, más aún es falsa, algo de lo que nadie debe fiarse. Así pues la importancia, creo, no es intentar preservar nuestra regularidad de la manera más atroz que podamos; lo primordial es sorpresa con la cual nos topamos con estas capas, sumergibles y emergentes.
Esta magnesita que se acerca y se aleja nos descubre lugares que en nuestro plano desaparecen, rostros que sólo se dibujan por momentos y que guardan una belleza magnética que nos hace entregar nuestra seguridad a cambio de la sugestión del otro, de lo diferente.